jueves, 12 de septiembre de 2013

FUNDAMENTOS PATRÍSTICOS DE LAS DOCTRINAS DE LA GRACIA

Una idea muy generalizada es la de creer que las doctrinas de la gracia son un invento o creación del Siglo XVI. Sin embargo, es claro que las Escrituras ya las enseñaban mucho antes de Calvino y que son doctrinas del siglo I; y ese mismo patrón soteriológico lo tenían también los llamados "Padres de la Iglesia", y no únicamente Agustín de Hipona. A continuación, en el siguiente texto hay una serie de citaciones patrísticas sobre las doctrinas bíblicas de la gracia desde el siglo I en adelante.

I. PRIMER FUNDAMENTO PATRÍSTICO DEL SIGLO I: CLEMENTE DE ROMA (*1)
Aquí extractos de Clemente de Roma y de sus escritos que se registran entre los años 85-100 después de CRISTO.

“Siendo llamados por su voluntad en Cristo Jesús, no son justificados por nosotros, ni por nuestra sabiduría, o entendimiento, o bondad, u obras que hayamos forjado en santidad, pero por la fe, a través de la cual, desde el principio, el Dios Todopoderoso ha justificado a todos los hombres; a quien sea la gloria por siempre jamás”.

“Por tanto, acerquémonos a Él en santidad de alma, levantando nuestras manos puras e inmaculadas a Él, con amor hacia nuestro Padre bondadoso y compasivo, el cual ha hecho de nosotros su porción elegida”.
“Procuraban día y noche, en toda la comunidad, que el número de sus elegidos pudiera ser salvo, con propósito decidido y sin temor alguno”.

“Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará pecado, ni hay engaño en su boca. Esta declaración de bienaventuranza fue pronunciada sobre los que han sido elegidos por Dios mediante Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos”.

“A estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los elegidos, que en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron un valeroso ejemplo entre nosotros”.
La conclusión de la teología de Clemente de Roma tocante a la salvación que es por gracia y por medio de la fe es la siguiente:

“Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará pecado, ni hay engaño en su boca. Esta declaración de bienaventuranza fue pronunciada sobre los que han sido elegidos por Dios mediante Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos”.

II. ELECCIÓN SOBERANA

Ireneo
“Dios predetermina todas las cosas para perfeccionar al hombre, para efectuar y manifestar Sus disposiciones, a fin de que la bondad quede demostrada y el juicio recto se perfeccione, y la Iglesia sea conformada a la imagen de Su Hijo, y al fin sea un hombre perfecto, y por medio de tales cosas madure, para ver a Dios y disfrutar de Él” (Contra los Herejes 1, 4, C. 72, p. 419).

Clemente de Alejandría
(Clemente no es incluido con los teólogos afines a Agustín)

“No es propio que un amigo de Dios a quien Dios ha predestinado desde antes de la fundación del mundo para ubicarlo en la alta adopción de hijos, caiga en placeres y temores, y se ocupe en refrenar las pasiones” (Stromata, 1, 6, p. 652).

Orígenes
Escribió acerca de Isaac y Jacob en su “Comentario sobre Romanos”:

“Todas estas cosas se ven así para que el apóstol pueda probar si Isaac o Jacob hubieran sido escogidos por sus méritos para aquellas cosas que ellos, estando en el cuerpo, buscaban, y si por las obras de la carne pudieran justificarse, entonces la gracia de sus méritos podría pertenecer también a la posteridad de la carne y sangre; pero ahora, ya que su elección no proviene de las obras, sino del propósito de Dios, de la voluntad de Aquél que llama, la gracia no se cumple en los hijos de la carne, son en los hijos de Dios, es decir, en tales quienes como ellos, sean escogidos por el propósito de Dios y adoptados como hijos” (Comentario sobre Romanos, 1. 7, folio 195).

Basilio el Grande
“Nadie llama bendito al pueblo de los judíos sino el pueblo que es escogido de entre todos los pueblos; nosotros somos el pueblo que Él ha escogido como herencia suya, una verdadera nación porque somos recogidos de entre muchas naciones; un pueblo desechado, y porque muchos son llamados y pocos escogidos” (Homilías sobre los Salmos, p. 208).

Hilario el Diácono
“Dios de su libre gracia desde antaño decretó salvar pecadores (Dios preconoció lo que habría en el hombre antes de crearlo y de que hubiera cometido pecado), y predestinó la manera en que habría de ser rescatado; en qué tiempo, por quién y de qué modo serían salvos, de suerte que los que son salvos no lo son por su propio mérito, ni por el de aquellos que los llaman, sino por la gracia de Dios, siendo ese don dispensado por medio de la fe en Cristo” (Comentario sobre II Timoteo, pág. 592).

III. LA MUERTE EXPIATORIA DE CRISTO

Lactancio
(Observaciones sobre la primera pascua en Egipto)

“Esto (el rociar la sangre del cordero sobre los postes de las puertas en Egipto) era figura de cosas venideras, pues Cristo es un cordero sin mancha, es decir, inocente, justo y santo, que siendo sacrificado por los mismo judíos, es para la salvación de todos los que tengan escrito sobre la frente el signo de la sangre, es decir, de la cruz en que Él derramó Su sangre” (Institutos Divinos C. 26, p. 882).

Ambrosio de Milán
“La cruz es un precipicio para los incrédulos, pero vida para los que creen. Cristo es salvación para los que creen, pero castigo para los incrédulos” (De Filii Divnitate, C. 8, p. 284).

Jerónimo
“Aquél que es Salvador de los creyentes es el juez de todos, para que pueda dar a cada uno según sus obras, a los justos recompensas, a los pecadores, castigo eterno. Y el SEÑOR y Salvador mismo (dice el profeta Isaías) los llamará el pueblo santo, los redimidos del SEÑOR que son redimidos por la sangre de Cristo” (Comentario sobre Isaías, p. 109).

Jerónimo
(Observaciones sobre el 2do. Capítulo de Efesios)

“Sin la sangre del SEÑOR Jesús nadie puede acercarse a Dios, porque Él es nuestra paz, y si Cristo es la paz de los creyentes, luego a quien no tenga paz no tiene a Cristo” (Comentario sobre Efesios, p. 94).

IV. LA NATURALEZA DEL PECADO

Justino Mártir
(En su Diálogo con Trifón)

“Nacemos pecadores, somos enteramente carne y sangre, y ninguna cosa buena mora en nosotros… El hombre, por las facultades naturales de su mente, no puede obtener conocimiento de las cosas divinas. Ni por ningún poder innato puede salvarse a sí mismo y ganar la vida eterna” (Pág. 323).

Jerónimo
(Creía que Orígenes era la fuente de la herejía pelagiana, mostró cierto conocimiento de la doctrina bíblica del pecado)

“Si alguno considera este cuerpo de humildad en que nacemos, si alguno lo considera, nadie está puro de inmundicia, aunque su vida es solo un día y sus meses están contados; verá cómo nacemos con impureza y en incircunsición del corazón” (Homilía sobre Jeremías, 5, p. 86).

Otros exponentes: En el occidente, Hilario de Poitiers y Ambrosio de Milán hacen referencia a la doctrina del pecado original.

V. LA GRACIA IRRESISTIBLE

Hilario
“La gracia de la fe se da para que los creyentes sean salvos. Esto es así porque toda acción de gracias tiene que referirse a Dios que nos concede su misericordia para llamar a vida a los errantes y a aquellos que no buscan el camino verdadero; por lo que no debemos gloriarnos en nosotros mismos, sino en Dios en que nos ha regenerado en el nacimiento celestial por la fe en Cristo” (Comentario sobre Efesios, pág. 496).

Ambrosio
(En su consideración sobre Juan 3:6, 7)

“Quien, cuando le place, en quien le place, y en cuantos le place, y tanto como le place, inspira por Su buena voluntad; por lo tanto Él llena de Su gracia a quien le place y tanto como le place” (De. Jacob, i, i, c 6. P. 317).

Jerónimo
“Los hombres hacemos casi de todo por deliberación, más el efecto en ningún modo sigue a la voluntad. Pero ninguno puede resistirlo a Él de tal modo que Él no pueda hacer todo lo que se propone. Por su voluntad hace cualesquiera cosas que sean llenas de razón y consejo. Él quiere que todos sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad, mas porque el hombre se salva aparte de su propia voluntad, pues estamos dotados de libre albedrío, Él quiere que nosotros queramos lo que es bueno para que cuando lo hayamos querido Él también quiera cumplir en nosotros su consejo” (Comentario sobre Efesios, p. 9).

Clemente de Alejandría
“Estoy persuadido de que ni la muerte que los perseguidores infligen, ni la vida que vivimos aquí, ni ángeles, ni los apóstatas, ni los principados, el principado de Satanás, que es la vida que él escoge pues tales son los principados y potestades de la tinieblas, según él; ni las cosas presentes entre las cuales estamos en este tiempo de la vida, como la esperanza del soldado, la ganancia del mercader, ni la atura ni la profundidad ni ninguna otra criatura por una operación propia del hombre, puede resistir la fe de aquél que valora la libertad de escoger. Criatura es sinónima de función, siendo obra nuestra, y tal función no puede separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús SEÑOR nuestro” (De Unitate Ecclesiae, p. 256).

VI. LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS

Cipriano
“Nadie piense que el hombre bueno puede abandonar la iglesia. El viento no se lleva el trigo ni la tormenta desarraiga el árbol que está asentado con raíz sólida. El tamo se lo lleva la tempestad, y los árboles débiles quedan derribados al encuentro con el torbellino” (De Unitate Ecclesiae, p. 256).

Ambrosio
“¿Mas quién osa acusar a los que en el juicio son tenidos por elegidos? ¿Puede Dios el Padre rescindir sus dones?... ¿Puede Él condenar a aquéllos que ha redimido de la muerte?” (De. Jacob, 1, 1, c 6. P. 37)

“La perseverancia no depende del hombre que quiere o que corre, porque no está en poder del hombre, sino que depende de Dios que tiene misericordia, para que puedas tú acabar lo que has comenzado…” (Comentario sobre los Salmos, p. 963).
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FUENTE BIBLIOGRÁFICA:
(*1) – Contribuido por Rafael Reséndiz Izaguirre, administrador del Grupo “CRISTIANISMO CLÁSICO” (FB).

El resto del texto: “JUAN CALVINO: SUS RAÍCES Y SUS FRUTOS”, “Capítulo 1: Fundamentos patrísticos del Calvinismo”; de C. Gregg Singer. PUBLICACIONES DE LA CLIR (LA CONFRATERNIDAD LATINOAMERICANA DE IGLESIAS REFORMADAS) con PUBLICACIONES “SOLA SCRIPTURA”. Edición 2003, págs. 15-25.